Oceanía

JOSÉ LUIS ÁLVAREZ MIRAMONTES - Australia

 

Empresario del sector de la construcción

Cinco décadas en Australia, entre obras para la minería y chalets en estaciones de esquí

Las oportunidades laborales y las transformaciones económicas que ha vivido Australia en el último medio siglo se condensan a la perfección en la trayectoria profesional del gallego José Luis Álvarez Miramontes, que está a punto de cumplir 50 años de residencia en el país. Llegó en 1968, tras una experiencia de tres años en Berna (Suiza). Su primer empleo fue en una plantación de tabaco propiedad de una familia italiana. Después llegó a vivir la fiebre del oro, participando en la perforación de pozos en las minas que comenzaban a ser explotadas por la gran industria, tras el paso de los exploradores y buscadores que habían proliferado desde finales del siglo XIX. También trabajó para la constructora de origen holandés encargada de levantar urbanizaciones de chalets en las más importantes estaciones de esquí de Australia, como Falls Creek, en pleno Parque Nacional Alpino. En la actualidad, reside en el área metropolitana de Molbourne y vive sus últimos años de trabajador activo, como autónomo de la construcción, actividad en la que llegó a tener siete empleados. Luis Álvarez nació en Sada (A Coruña) y está vinculado familiarmente al municipio ourensano de Luintra, en donde residen sus cuñados, que también vivieron en Australia hasta la década de los noventa.

Texto: Javier de Francisco ©

 

“Mandé los papeles para emigrar a Canadá o a Australia. Como la carta para irme a Canadá me llegó una semana más tarde, arreglé todo para marcharme al país desde donde me llamaron primero”. Así resume José Luis Álvarez Miramontes una de las decisiones más importantes de su vida, en la que intervino el azar y “el espíritu de aventureros que teníamos por aquella época”, matiza. Antes de hacer las maletas de nuevo, ya había trabajado tres años en Berna (Suiza) como empleado de la construcción, al igual que cientos de gallegos de su generación.

De regreso a su casa familiar, en el municipio coruñés de Sada, le tocaba cumplir el servicio militar, pero cambió de planes: “Tenía que irme a la Marina y habían aumentado el tiempo de duración de la mili. Me esperaban muchos meses en los cuarteles. Para evitarlo, y sin decir nada en casa, hice los papeles para marcharme lo más lejos posible, a Canadá o a Australia”, reconoce. Y el destino le estaba esperando en las antípodas.

“Llegué sin conocer a nadie, sin hablar inglés, sin conducir y sin trabajo, así que los tres primeros años fueron para mí muy duros. Al principio me acogió una familia de italianos, que tenía una explotación de tabaco. Me ofrecieron empleo y estuve una temporada triturando tabaco, aunque en Galicia no había visto ni una sola planta antes; había trabajado de aprendiz en A Coruña, pero siempre de obrero o de marinero”, aclara Luis Álvarez.

 

Su siguiente tarea en Australia tampoco fue ligera. Le aguardaban los pozos mineros. Trabajó “subiendo y bajando cubos de material” en las primeras perforaciones de minas de oro y de uranio. “Nos pagaban un buen sueldo y hacíamos de todo para poder vivir. Teníamos vivienda (barracones) en la propia mina, así que no salíamos de allí. Éramos más de 400 personas y coincidí con otros cinco gallegos, con cuatro asturianos y con dos andaluces. En la mina de uranio solo llegué a coincidir con un asturiano”, comenta sobre aquella dura experiencia laboral, que le llevó a recorrer la Australia occidental en una primera etapa (minas de oro) y la oriental en la segunda (minas de uranio).

Participó en el abrupto cambio de la minería australiana, es decir, en la transición entre los exploradores individuales y la irrupción de las multinacionales del sector, para las que trabajó. Así fue como conoció la mítica ciudad de Kalgoorlie y la Super Pit Mine, de la que hoy se siguen extrayendo unas 800.000 onzas de oro al año, en una explotación que supera los 3,5 kilómetros de longitud y 1,5 kilómetros de anchura, y que es uno de los reclamos turísticos para los viajeros de todo el mundo que quieren revivir las andanzas de los primeros bateadores. Kalgoorlie, situada a 600 kilómetros al este de Perth, llegó a contar con una población de 200.000 habitantes en 1960, por la fiebre del oro iniciada en 1880.

De la mina a la nieve

Después de la mina, vino la nieve. La mayor parte de la trayectoria profesional de Luis García ha estado vinculada al sector de la construcción. En el país del sol, de las playas, del surf y de los veranos muy calurosos, ha dedicado varios años de su vida a construir y acondicionar chalets en varias estaciones de esquí, como en Falls Creek, en pleno Parque Nacional Alpino: “Mucha gente desconoce que en Australia también nieva y que hay estaciones de montaña, en las que los aficionados pasan dos meses al año esquiando. Están situadas al sur, en la cordillera que hay entre Melbourne y Sydney”, detalla.

En Falls Creek, uno de los centros neurálgicos de este deporte, ya que dispone de 90 pistas de descenso y 20 de esquí de fondo, trabajó para una compañía de origen holandés en la construcción de casas unifamiliares, en varias promociones de un mínimo de 50 chalets. Otras zonas en las que dejó huella en el propio sector, como empleado o como autónomo, fue en Kosciuszko National Park y en la población de Wogonda, en el límite entre los estados de Victoria y Nueva Gales del Sur.

Pero en un país de largas distancias y de gran actividad en el sector inmobiliario, durante el crecimiento demográfico de los años ochenta y noventa también recorrió las urbes más importantes para trabajar en su esforzado oficio: “Estuve en casi todas las grandes ciudades australianas, como Perth, Melbourne, Brisbane, Sydney... Después me establecí por mi cuenta y llegué a contar con siete empleados. Ahora llevo algún tiempo trabajando solo y muy pronto voy a coger la jubilación”, asegura.

Sin embargo, entre sus planes de futuro no está regresar a Galicia de forma definitiva: “Tengo dos hijas, que viven en Australia. Una reside en Queensland y trabaja en un restaurante-parador y la otra en una tienda de ropa de la zona de Melbourne. He sido abuelo y me quedaré en el país, aunque ahora espero ir a Galicia con más frecuencia. Este verano he podido ir, pero llevaba doce años sin venir, porque el viaje es muy costoso. En todo el tiempo que llevo aquí solía volver a mi tierra cada unos cinco años, cuando vivían mis padres”, resalta.

Siempre que viene a Galicia, visita a sus familiares en Sada y en Carral, pero establece su centro de vacaciones en el municipio ourensano de Luintra, en donde vive la hermana de su mujer -ambas nacieron en Australia y son hijas de emigrantes italianos de la zona de Treviso- y el marido de ésta, el empresario ourensano Manuel Leites Melón, quien también formó familia en Australia y decidió retornar a su Luintra natal en la década de los noventa.

 

 

MANUEL LEITES MELÓN: DE AUSTRALIA A LUINTRA

En 1970, Manuel Leites dio un giro radical a su vida en la emigración. Había llegado a Suiza antes de cumplir los 17 años y, después de once meses en el país alpino, puso rumbo hacia Australia: “Estábamos uns amigos e eu, e casi en broma sacamos o billete para alá. Fumos á aventura. Pasei 17 anos sin escribir a España e na miña casa xa pensaban que me comera un canguro”, bromea el actual propietario de Talleres Leites (reparación de automóviles y maquinaria) en Luintra.

Se estableció en el área de Geelong y Melbourne. Siempre trabajó en su profesión, la mecánica, pero en diferentes tipos de actividad. Durante los cuatro primeros años estuvo vinculado, como mecánico, a varias empresas que se dedicaban a la maquinaria de perforación en la minería: “O noso traballo coas máquinas consistía na exploración da mina, é decir, en facer os pozos e as pasarelas que iban ao redor deles. Pero ao ser un país de oportunidades, a miña xurdiu pronto e puden establecerme pola miña conta. Comprei unha gasolineira, que tiña seis bombas de combustible, e nas mesmas instalacións abrín un taller, un café-bar e unha compra-venta de vehículos”, relata.

La estación de servicio era abanderada de la multinacional BP. Al estar situada en la carretera entre Ovens y Wales, cerca de la población de Myrtleford, en la zona de Wangaratta, su nombre comercial era BP Ovens Wales. Previamente, entre las compañías para las que trabajó se encontraba Barry James Mobile Cranes, dedicada por aquel entonces al alquiler y venta de grúas portátiles: “Eu montei un taller encima dun camión e traballei para eles (Barry James) en moitas subcontratas”, comenta.

Cuando llevaba 22 años en Australia, Manuel Leites emprendió otra aventura, al principio aún más ilusionante que la anterior. Esta vez consistía nada menos que en el retorno a Galicia, junto a su mujer y a sus tres hijos, todos australianos: “Era o ano 1992; viñemos de vacacións por tres meses e xa nos quedamos. E eso que tiña todo o negocio alá montado. Aos fillos gustáballe moito Galicia e querían quedar a vivir aquí, así que eu dixen que esa era a miña gran oportunidade. Fun presidente da Asociación Española de Geelong e canseime de escoitar os problemas que tiñan todos os galegos para o retorno cando os fillos iban medrando. Podemos decir que os outros emigrantes abríronme os ollos e decidín que este paxaro tiña que voar...”, rememora.

De aquellos ajetreados meses recuerda que regresó solo a Australia para vender todas sus propiedades: “Non foi a mellor venta nin os mellores prezos, porque tiven que facela rápido, xa que a familia xa me estaba agardando en Galicia... Co paso do tempo, non cheguei a arrepentirme da decisión, pero sí que recoñezo que aos dous anos planteeime marchar de novo, xa que a realidade que me encontrei aquí non era tan boa como o que se decía”, asegura.

En Luintra reorganizó su vida profesional y fue encadenando negocios similares a los que regentaba en Australia. Talleres Leites, en donde trabaja junto a su hijo, es hoy una empresa dedicada a la reparación de automóviles, de maquinaria de obras públicas y de maquinaria agrícola, así como una compra-venta de vehículos de ocasión. Su propietario señala que “aunque el rural está viviendo un momento difícil, profesionalmente no puedo quejarme. No nos va mal, si bien es cierto que antes se reparaba mucha más maquinaria de obra que hoy en día”.