El servicio se basa en la venta, asesoría e instalación de todo tipo de equipos de telefonía, como centrales de alta, media y baja capacidad; terminales analógicos; terminales de sistema; equipos digitales; intercomunicadores; y correos de voz. En 2012, la cifra de negocio ascendió a 17 millones de bolívares, pero la convulsa situación del país y las grandes dificultades para importar productos están llevando a la empresa a sus niveles mínimos de facturación.
Ni la trayectoria, ni el peso de la cartera de clientes, ni la concesión exclusiva de la poderosa Siemens, ni el acuerdo como partner del grupo venezolano ITS Telecom, son una garantía de futuro para Gamatel. En sus 19 años de recorrido se ha encargado de la instalación y mantenimiento de centrales telefónicas y equipos digitales en la red comercial de los mayores bancos del país, como Banesco, y en numerosos organismos e instituciones, como el Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS) o la propia Guardia Nacional.
Cuando la coyuntura era favorable y existía estabilidad, una de las principales líneas de negocio consistía en las reposiciones masivas de terminales, a medida que se producían saltos tecnológicos en el segmento de la telefonía. Y la segunda mayor vía de ingresos era la del servicio post-venta (incluidas las reparaciones de equipos), que a día de hoy concentra la práctica totalidad de la actividad de la empresa.
Situación muy desfavorable
Desde Caracas, María Isabel Nóvoa relata que “aquí la situación no es nada alentadora. La economía doméstica vive un momento crítico y la adquisición de divisas para importar resulta cada día más limitada, y a un precio que no permite que se adquieran más que los productos de muy primera necesidad”.
Su descripción de la complicada realidad del país la lleva a afirmar que “la compra de cualquier artículo, ya sea básico o no, es cada día más difícil. Ya casi no se consigue nada. La adquisición de ciertos productos de la cesta básica como arroz, carne, papel toillet, pollo, toallas sanitarias, leche y muchos más son adquiridos bajo colas interminables”.
Y a la hora de analizar las repercusiones sobre el sector empresarial, la responsable de compras y administración de Gamatel precisa que “las compañías grandes de marcas reconocidas en diferentes rubros están cerrando operaciones en Venezuela, y otras reducen o solo dejan una representación. En nuestro caso, lamentablemente hemos necesitado reducir el personal en un 50% por ciento, dejando la oficina operativa básicamente para servicio”. La plantilla actual ha quedado limitada a cuatro trabajadores.
En los primeros meses, hasta finales de 2013, la empresa de Santiago Bande y María Isabel Nóvoa consiguió mantener la distribución de equipos trabajando con los últimos stocks existentes en el país. Pero enseguida creció la frustración, porque “al quedarnos fuera del mercado no podemos ofrecerle a nuestros clientes las soluciones avanzadas. Sin importaciones, tenemos que renunciar a los nuevos productos y a las nuevas tecnologías. Aunque fuimos previsores y compramos mucho cuando la situación aún lo permitía, pronto te comes el inventario y además sufres con la devaluación constante de la moneda. Es desesperante no poder reponer las existencias, ni saber con qué precios puedes trabajar”, explica la empresaria ourensana residente en Caracas.